Todos mis octubres rotos hasta que
llegaste tú. Abriles robados hasta que me los devolviste.
Septiembres dejados a medias en comienzos de lunes. Diciembres
cubiertos de frío que quemaba. Febreros bisiestos de veintinueves
sin ti. Agostos (re)llenos de libros y noches en las que no
aparecías. Meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, vidas
sin saber ti. Y apareces. Te da por aparecer. Por resurgir de entre
las caídas. Te da por subirte a mi mundo sin permiso y con alevosía.
Te da por instalarte en mi café de las ocho, en mi media mañana, en
mi sobremesa, te saltas mi merienda y te quedas a vivir en mi cena.
¿Y ahora qué? Cómo te explico que mis domingos comienzan a ser
astrománticos y eso que son si tu presencia. De qué manera te hago
saber que me has enganchado a los andamios de tu piel. Que mis
palabras se dirigen a ti . Que cuento las horas para verte. Que a
medias distancias, entre regionales y en camas de trenes que parecen
hoteles, todo parece posible. ¿Qué dices si te digo que tu jersey
me reclama? ¿Qué te parece si nos abstraemos del mundo entre
abrazos? Si llamamos a la vecina del ártico. Si empezamos a creer en
dios como una multiplicación de dos. Si añadimos a los veintitrés, pasillos
repletos de casualidades. Si nos quedamos por un tiempo en el nueve.
Ven, vamos a resumir los encuentros en sonrisas, en saludos de despedida, en rayas y gamas cromáticas, en desayunos y en no-finales de películas. En planes.
Ven, vamos a resumir los encuentros en sonrisas, en saludos de despedida, en rayas y gamas cromáticas, en desayunos y en no-finales de películas. En planes.
Vamos a intentar no resumir nada de esto, que me
gustan los detalles que me dejas cuando decides irte después de
prometer promesas ahogadas entre quejidos. Que me gusta cuando me
dices que qué te estoy haciendo. Cuando piensas en esto como en algo
increíble. Que me gustas como casualidad planeada. Como para
arañarte los días raros y los malos. Me gusta esto lo suficiente
como para esperarte hasta que digas que “no da para más”. Como
para multiplicar mi vida en seis y avanzar en el comienzo con el
miedo a encontrar un final.
Y qué más da lo que encuentre. Si lo
último fue un corazón azul y cedió ante la idea de fundirse con mi morado. Salió verde y de momento no fue rana.
Ojalá que mis encuentros se llamen tú.
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