martes, 14 de junio de 2016

Palabras

Hoy he hablado de las palabras con las palabras que otros han puesto al alcance para expresarnos. Ayer busqué el significado de humildad y después el de egoísta. De la primera palabra salí, en la segunda me quedé pensativa. Vivo allí. Allí donde miras y ves lo que has sido, de allí me he ido. No digo ese allí. Hablo de allí a lo lejos, de lo que contemplas mientras otros amablemente lo acercan. Hoy me ha pasado eso, al mismo tiempo he vuelto a creer en eso de crear con el pensamiento. He creído invitar a Tamara a encontrar su palabra, pero realmente me lo estaba ofreciendo ella. 'Si tuvieras que definirte en una palabra que no existe, ¿cuál sería?' Mi respuesta ha sido: ninguna. Un silencio, aquello que no es palabra sino lugar donde quedarse quieto. Un infinito espacio, no un espacio infinito en el tiempo. Lo infinito me inspira pereza, necesito contemplar la meta para decidir cuándo llegar. Hoy también he sido egoísta y no me he dado cuenta. También he caído en la cuenta de que existen dos tipos de personas: aquellas que te acercan a ti mismo y las que te alejan. Después me he vuelto a levantar. Cuando miro hacia atrás lo hago nunca desde arriba, nadie me puso en aquel lugar. Después miro a lo que viene y lo que vendrá, y entonces entiendo que existen tantos tipos de personas como personas vivan su vida por tu vida, su vida en tu vida: el ser amable y educado, el políticamente correcto pero alocado, el ser egoísta por naturaleza y el naturalmente ser humano que ni tanto ni tan poco, ni una cosa ni la otra, pero en la nada cabe todo. Hoy he pensado en las palabras, en la perspectiva, en la actitud y en la enfermedad hasta que la mala suerte nos separe. Dualidad.

Lo confieso, a veces me da por pensar en la muerte para sentirme viva.


A ratos soy eso, tan sólo palabras.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Porque existes

Vamos a hacer algo grande pero no vamos a dejar rastro. 
Concéntrate después de esto durante unos segundos, luego volvamos a la rutina. Mírame fijamente a los ojos que no te vieron antes de que te dejaras ver. Préstame atención sólo los años bisiestos, el resto podemos hablarlo para dejar que se enfríe el café. Tengo algo que decirte y algún miércoles cualquiera se me escaparan las palabras que nunca me atrevo a. Tener miedo a pronunciar los verbos para evitar finales hace que nunca sepas cuándo comienzan los principios. Seguramente terminen cuando los pierdas todos por un mal amor, porque también existen los malos amores y no sólo el mal que provocan las enfermedades. Estoy enferma, estuve y creo recordar que tú también. Estoy hablando del verbo, lo estoy haciendo. Te juro que a nadie le he escrito una carta que todavía no he empezado, mi ele. Jamás me tatuaré tu nombre porque te sé de memoria hasta olvidarte. Podrás ser lo que quieras ser, no eres de aquí, tu piel te delata. Déjame decirte que cada vez que te recorren escalofríos justo antes de dormir, nada tiene que ver la sensibilidad humana. Es que te juro que no eres de aquí y tu existencia reacciona ante lo extraño. Ya te he visto antes y no quiero saber con qué mano te acariciaba mientras su gemela te hacia inmortal.
¿Sabes? He visto llorar a mi hermana, y te lo cuento justo ahora porque quizá no te interese esta parte aunque estaba hablando de ti. Me gusta que no entiendas lo que quiero decir hasta el punto de creer que no tengo nada que decirte. Vivo en los silencios. Te estoy escribiendo esto dentro de mí, no quiero escuchar al resto. Estoy a solas conmigo y parece que te estoy viendo. Justo ahora te estás riendo y he pensado en quien estuvo en mi lugar antes. Lloro. Me corto un dedo y recuerdo a Elena en aquel texto porque también ha visto hacerlo. ¿Qué te han hecho? ¿Desde hace cuánto no respiras? Me encantaría reencontrarte, pero tengo miedo a olvidarme y mi cabeza es un objeto punzante. No sé pensar y cada vez que lo intento hago cosas para que pase el tiempo tan rápido como se pasa el invierno. Se me ha quedado frío el ayer. Me gustan los días de abril, sobre todo cuando no te espero. Vengo de donde crees que me he ido, pero he vuelto sin sensaciones, tengo un sentimiento en la punta de los dedos y necesito escribir esto, por eso lo estoy haciendo. ¿Nos querríamos igual si estuviésemos en otros cuerpos? En mi mente hay espacio para cien infiernos, pero he conocido la paz de tu cielo y ahora me da pereza el resto. Hoy he pensado en tu existencia, en todo lo relativo a lo tuyo, y necesito que me recuerdes por qué estamos haciendo esto. Por favor, no me malinterpretes, me apeteces, y tú te preguntarás si no es suficiente la respuesta: porque la vida. Porque existes, porque todo lo que tiene que ver contigo existe, porque dejas a tu paso existencia, porque vives y convives con los humanos, sobreviviendo así al peso de la desidia, y todo lo que sale de ti huele a viento. Y sobrevives a todo esto y a lo que has vivido, y entonces yo me pregunto el por qué necesito que me recuerdes que sigues viva, que todavía tiene que ver contigo lo que existe. Por qué no dejo de pensar que si vivieras en otros cuerpos y yo viviera en otras mentes, que si viviera, que si todavía existiese la mínima posibilidad de que tú existieras, si realmente te querría igual que como no te quiero ahora por miedo a que no me quieras. Te estoy mintiendo y lo siento dentro, pero si me desvivo delante de todo esto voy a salir ardiendo. Necesito -y me preocupa no saber si realmente- que estés, que existas, que vivas conmigo, que sonrías, que te descuides, que te olvides, que se te escapen los suspiros, que sobrevivas a todo esto que todavía parece ser insuficiente, aunque no estoy segura de saber si tú vivieras en otros cuerpos y yo en otras mentes, si nos querríamos como lo hacemos ahora, como no lo hemos hecho nunca antes, ni siquiera con todo lo nuestro, ni siquiera con lo que hemos dejado a nuestro paso, que parece poco, pero ya son años. Si realmente cuando te leo a ti, en otro cuerpo, en otra mente, dedicando palabras que a mí me hacen pensar que en su día todavía estabas viva a otro cuerpo, a otra mente, me pregunto, si realmente aquel dios al que rezabas cada mañana al despertarte supo saber de tu existencia como tú te desviviste por la suya. Si supo conocer la indiferencia con la que mirabas al mundo por existir ella, me pregunto si realmente ella fue la causa de tu muerte o tú naciste así: 
viva para algunos, pero inerte para siempre. 

Es una suerte. 
Es una suerte que ni siquiera te des cuenta de lo que haces. Es una suerte que creas que exagero, que maquillo con palabras, que magnifico los extremos, que se te pase por la cabeza el pensamiento de que sin embargo, a pesar de la muerte, la vida, es una suerte.


Alejandra Saiz.

miércoles, 2 de marzo de 2016

De habérmelo pedido

Hay alguien aquí en tu sitio,
puedo verle desde el mío.
Nunca te quise lo mismo que a nadie
a quien ya he vivido.

Me hubiera perdonado de haber fallado,
pero siempre pensé que dar contigo
era la clave de cualquier acertijo.
Hay que mirar desde dentro para decir:
"sácame del laberinto".

No te preocupes por mí,
alguien hizo que no te quisiera
lo mismo
                                 El dolor es menos dolor compartido
No llores,
nunca te he visto hacerlo por alguien
que no se ha ido.

Te quiero creer,
pero enseguida confío en lo opuesto
porque siempre aparece justo
en el mísero instante
en que miro.
No sé de qué estás hecha
pero sabes a sangre
y nunca te he visto dolerte por nadie.

Sigue estando ocupado el lugar
donde deberíamos ser,
ahora he olvidado mi nombre;
ya no puedo llamarte.
Veo todo desde donde vivo,
veo el mar
y los hijos que hubiera tenido
contigo
                                "De habérmelo pedido"

Te quiero creer,
y sin verbos te quiero,
pero siempre viene un pero
a llevarse lo vivido.
De haberlo sabido,
hubiera pasado por alto el ayer
y me hubiera quedado conmigo.
Queda alguien aquí en tu sitio,
pero no te veo cuando miro.



miércoles, 3 de febrero de 2016

Yo tampoco, pero

No, yo tampoco he vuelto a querer como con quince. Ese amor desvergonzado donde lo más lejos que viajabas era al portal de su casa. Nada importaba, era su casa.
No he vuelto a querer como lo hice. 

¿Qué me hiciste que no he vuelto a ser la misma? Devuélveme, tengo que continuar en la vida.
No sé qué me pasó con el resto, pero tardé un año y medio en olvidarte y todavía guardo en la memoria algunos de tus detalles. No sé en qué momento ignoré volver a querer como lo hacía, como lo hice cuando todavía no te había conocido. Ahora sé que no fuiste tú quien me olvidó, que he sido yo la que se ha negado a sí misma. Mentalmente vivo en una realidad paralela donde paso por tu calle y no es tu calle la que hace esquina, tu casa no es tu casa sino un cementerio sin dioses. Donde estaba tu cama ahora se celebra un funeral. 
Sigo caminando, entro en lo que podría ser tu daño. En las paredes hay señales que no llevan a ninguna parte, y es la última vez que pienso en ti. Te lo advierto. Mentalmente sigues aquí. A veces te cuelas dentro de mis canales y provocas sinapsis del color de tu pelo. Recuerdo su forma, eso no he podido olvidarlo, era el patrón de un barco recién desbocado. Hoy todavía me gusta el perfil hecho pantera, pero físicamente ya casi ni te veo. Cuando rozo todo mi cuerpo buscando la salida ya nunca intuyo tu sonrisa. Has desaparecido por completo, por eso he vuelto a tocar otros restos. Físicamente no te quiero, sigues siendo preciosa, eso tienes que saberlo, pero químicamente no formamos parte del quinto elemento. Te quiero, pero no he sabido volver a hacerlo. Me siguen persiguiendo tus fantasmas y los relojes me recuerdan al menos una vez cada tres meses cuándo terminó el principio. Fuiste un ciclo concebido con premeditación y alevosía, encajaste como un fin de semana de tres días, pero numéricamente no somos reales. No supimos salir enteras de todo esto. Te quiero, pero sería irracional echar raíces en suelo seco. Naturalmente, estoy hablando de cualquiera porque ni siquiera soy yo la que escribe todo esto. Yo ya no soy desde hace tiempo. El otro día me miré a un espejo y vi un cuervo encima de una rama, señalaba el árbol que prometimos ver crecer. Entendí todo en ese momento, nunca nos pusimos dos semillas en la mano, y de las palabras no crecen flores, créeme. Te quiero por extensión de mí misma, de la vida que he tenido y no he sabido vivir. No te dejes llevar por lo que digo, hace tiempo que no escribo por miedo a que vuelva a suceder lo mismo.

No, yo tampoco he vuelto a querer como con veinte. Ese amor más sano donde lo más lejos que viajabas era a su lado. Nada importaba, era nuestra casa.
No he vuelto a querer como lo hice. 

¿Qué me hiciste que no he vuelto a ser la misma? Devuélveme, hazme saber cuántas náuseas te provoco por minuto. Te seguiría recogiendo el pelo, pero ya no te quiero. El último adiós fue el más duro, todavía no ha llegado. Estás bien, lo sé, yo no me he vuelto a querer como lo hacías. Todo esto fue de todos menos nuestro, deja de crearme. Te dije que no porque ya lo sabías y una herida supura mejor con mentiras. De verdad, lo siento, de corazón que perdí a los quince. Fue bonito mientras murió lo nuestro. Recuerdo vagamente la última vez que me despedí de tu cuerpo, hoy sigo mirando un cuadro de un océano repleto de tiburones muertos. Nunca estuve más triste que con veinte y sin corazón, pero me pareciste invencible, has de saberlo. Un Berlín no se tumba con dos guerras, pero tuve que volver a mis Américas. Perdóname, yo todavía no he podido hacerlo, no sé por dónde coger lo que no tengo. Te quiero como seguramente ya lo hace el resto, fue inevitable no salir ileso.

No, yo tampoco he vuelto a preguntarme por qué no volví a saber decir te quiero.
Sigo en tratamiento. Cada día soy un poco menos yo y a mis veintitrés aún no sé quién soy, aun así, sé de dónde vengo. No es mucho, pero podemos empezar por esto: se han llevado tus 'mi amor', sin embargo, te has quedado con mi vida.

Estoy perdida, pero sin duda he ganado yo.