martes, 16 de septiembre de 2014

Ninguna

Me gusta, entre otras cosas, 
porque a su lado mi pasado 
son cien pájaros en la mano 
y yo volando.

Me gusta, entre otras, 
porque es capaz de no mirarme a los ojos 
y seguir viéndome, 
porque me habla de hipotecar el presente 
por un futuro incierto, 
me gusta porque me promete 
cruzándome los dedos.

Me gusta, 
pero también 
me gustan otras. 

Me gusta porque cuando hablo de vivir 
el mundo es el resto 
y ella 
es la que suma. 
Me gusta porque a su lado 
miro a la libertad a la cara, 
la toco 
la beso
me veo ahí y entonces nunca 
me atrevo a irme del todo
por miedo a ser libre sin sus alas.

Me gusta porque conoce el respeto 
dentro y fuera de lo eterno, 
de todo y no teme 
porque sabe que siempre entre mil opciones
tengo una elección.
No teme porque sabe que mis siempre 
no son de verdad, 
no teme porque cuando soy yo la que promete, 
sólo necesitamos descruzar los brazos 
para sentirnos en casa.

Me gusta, 
pero también 
me gustan otras.

Me gustan mil mentes, 
pero su cabeza en las nubes 
no la cambio por ninguna.
Me gustan mil caras, 
pero cada vez que tiro una moneda
cuando me falta el aire
me sale su cruz. 

Me gustas, sobre todo 
porque me gustan otras,
pero entre todas, 
tú.

lunes, 18 de agosto de 2014

Entrada sin título

Error: Entrada sin título debido a la inexistencia de una salida sin título, todas indican emergencia.



Voy a apagar la luz porque no quiero verme. 
Cada día me preguntan cuándo voy a madurar. Mi idea es nunca.
De verdad, no te empeñes, que la vida pasa factura, y se nota.
¿No lo notas? Mira, anota esto:

La última vez que viajé en coche estuve pensando en el futuro, ¿y cuándo no? ¿Dónde irán a parar todos aquellos presentes que se sacrifican por mañanas?, para que luego digan que el mañana no existe. Mírate.

Salgo de trabajar, me monto en un coche que no es el mío, pero me hace sentir tan cómoda que nunca será el mío. Quito el seguro, el parasol ¿para qué? Ni idea, pensaba que lo que necesitábamos era luz. Arranco, marcha atrás, intermitente y salgo. Treinta y cinco minutos de viaje, poca música y muchas ganas de escucharme. Quito el volumen y me doy al play.

Divago, pienso en alto, hablo con mi hoy, con este cuerpo que vive -dice- el momento, pero que vive -de lleno- atormentado. Una tormenta sin nombre o quizá con demasiados, una tormenta sin calma o quizá con demasiada, una tormenta -creo- de la nada. El caso es que entre kilómetros aseguro en voz alta la suerte que tengo de tener a mi entorno. Cuando encuentras al amor verdadero sabes que es él, si tienes a alguien al lado y todavía sigues preguntándotelo, sal de ahí, justo por donde dice emergencia
Mi cabeza me asegura que lo sabes con certeza porque automáticamente llega una persona, se instala en tus días y te hace querer cosas que antes no querías. Llega una persona y te reconcilia con la vida. Sin aviso, sin correos, sin tecnología, a plena mirada, de lleno, te llena.

El tiempo para quien trabaja puede ser un respiro o un suspirar constante. Un "me falta el aire" que nunca llega, una vida echada a perder o un perder la vida antes que echarme y rendirme. Es tan difícil gestionar un tiempo limitado... Es tan complejo cuidar y nutrir los vínculos para que no se sientan estancados... A veces, pienso en por qué los seres humanos nos empeñamos en adaptarnos a otras vidas. Es tan jodidamente complicado cuidar una planta que... Dios, malditos viveros, ¿cómo lo harán para hacer que el resto caigamos en la trampa de querer ser como ellos? 


El corazón nunca entenderá cuánta luz hay que dejar entrar, pero cómo vamos a saberlo, si cada vez que nos paramos a pensar, tenemos algo a mano para cubrirnos del incendio.

viernes, 1 de agosto de 2014

Querer sola quiero

Yo sólo quiero
que me limpies la cara de tristeza, 
que te bebas mi llanto
y me cojas la mano con cuidado 
como cuando empezamos
a desconocernos.

Yo sólo quiero
que me borres del mapa
y me señales siempre a tu lado,
que me digas que encontrarme
ha sido una suerte
y me invites a seguir
plantando tréboles.

Yo sólo quiero
que me escondas los relojes
y te olvides de parar el tiempo,
que salgas de trabajar
y caigas rendida en mi cama,
que me mires como antes
como cuando aún
no éramos
de nadie.

Yo sólo quiero
quitarme esta capa de existencia, 
que me pesa y me cubre,
que me remueve y me paraliza,
una capa de vida
que me mata.

Yo sólo quiero vivir sin saber
que voy a perderte,
vivir sin saberte,
saber que vivir
es morir lentamente.

No pido tanto
sólo quiero querer
querer sola quiero
sin temer al pasado,
temer sin querer
y amarte los miedos.

A fin de cuentas,
sólo quiero morir contigo,
que seas mi capa y me recuerdes que la existencia 
no es una carga
si eres tú quien me cubre por las mañanas.

jueves, 17 de julio de 2014

Te miro, luego existo


"Para alguien que se muere la vida es sólo un día malo"



Siempre que me despierto pienso que hoy puede ser mi último día malo. 

Estoy enferma. Como todos. Todos seguimos creciendo y enfermamos de cosas banales a lo largo de nuestros días. Todo es una enfermedad crónica, todo se vuelve crítico cuando no existen indicios de morir.

Hace poco escuché decir que los funerales se hacen para los vivos. Aún no me puedo creer que llevemos tanto tiempo conociendo el final de nuestra historia y todavía seamos capaces de seguir procrastinando. 
No nos entiendo, y la verdad, lo prefiero.

La muerte es lo único seguro que tenemos en la vida. El adiós. La despedida. La pérdida infinita. La antesala de un después que quizá siempre o jamás nunca. 
Esto. La existencia.

Lo vital es invisible a unos ojos que pueden ver, pero no saben dónde mirar. El ciego se imagina tener enfrente un amor que un cojo decide dejar atrás. Todo es tan por fuera que resulta fácil temer un interior cuando te adentras. El tiempo sigue pasando por estas manos que jamás sabrán explicar lo que no se atreven a tocar.

Una cama de hospital no deja de ser una habitación donde llorar, pero siempre, el que más llora es el que se queda. Ya no importa la mirada que se va, ya no hay físico que atormente, no hay sentimientos que confundan, no existe el olvido en un cuerpo que ha dejado de olvidar. A veces, simplemente, no importan las paredes, a veces, es necesario localizar una ventana para saber que en cualquier momento podemos ganarle la muerte al final.

Alguien que no respira por sí solo se sienta en cada paso que da y el resto seguimos poniendo el peso en una llamada que nunca llega, en una acción que nunca acaba, en algo que nunca cambia. El resto seguimos cansados de tanta nada.
El mundo se vacía. El mundo es un vacío doloroso, una voz que hace eco en una eternidad finita. Para alguien que se muere la vida es sólo un día malo y para nosotros, que somos mundo y nos morimos con todo, los días pasan de uno en uno en una vida que jamás se termina de llenar por mirar a la pared en vez de a la ventana.



Mientras escribo esto pienso, si el infinito fueran unos ojos, todos tendríamos claro dónde mirar.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La certeza del intacto placer

Siempre que he querido he necesitado huir. 

Necesito la soledad como el poeta necesita su herida con cremallera para encontrar un remanso de paz donde poder no querer olvidar a gusto. A solas.
Necesito estar sola para mañana estar contigo. 
Necesito esta noche conmigo, abrazar la cama de lado a lado y no encontrar nada que me desvíe del placer de no sentir nada en mi piel. La certeza del intacto placer. 

Esta noche quiero mirarme al espejo fijamente hasta que mi campo de visión reduzca la mirada al pasado y sólo pueda desear volver. Volver para ver cómo me fui. 

Aplaudirme.
Visualizar la escena en silencio, sin dejar de mirarme. 

La última vez que eché la vista atrás me mareé, pero enseguida me recogiste el pelo antes siquiera de la primera náusea. Qué estómago tan débil se tiene cuando te dejan de querer. 

A sabiendas de que puedas ser tú esta vez quien me devuelva mi desfallecido vientre, esta noche me gustaría mirarte de frente y decirte -en silencio, por supuesto- gracias. 

Gracias por dejarme estar en el infierno de no saber olvidar.

lunes, 21 de abril de 2014

A nuestros hijos

A nuestros hijos les vamos a contar que la moda era ser poeta, vestir desaliñado (cuanto más mejor), salir a un bar cualquier noche y encontrarte estereotipos de prototipos estereotipados, gente con sombrero roído por las juergas que dicen nacer de un par de cervezas. La moda era coger un lápiz y un papel y tachar el nombre de alguien que nunca más iba a volver, enredar su pelo en versos recién salidos del cuento que te cuentan cuando les preguntas sobre qué les mantiene tan vivos si están tan solos. La moda era rodear preguntas y hablar de todo retóricamente para que no te pregunten de algo que no tienes ni puta idea, ir a quedadas en las que había de todo menos poesía, y buscar alguna cara desconocidamente conocida para mirarla de reojo y sonreír a escondidas. 
A nuestros hijos les diremos que éramos modas, pero ¿qué no lo es? Seguro que cuando ellos cumplan los veinte escucharán a Bowie, querrán ser héroes sólo por una noche y se sentirán de otra época. Rara vez el ser humano está conforme, por eso es mejor no hablar de su existencia.

Cuando tenga un hijo le hablaré de lo que éramos y le preguntaré quién quiere ser él, esperaré a que me responda de manera retórica para que a mí no me quede más remedio que rodear sus respuestas. Pero también le hablaré de la realidad, le diré que en mi tiempo la tecnología nos tenía absortos y dábamos la espalda a la verdadera vida hasta que le tuve a él. También le hablaré de las modas, de la poesía, de la cerveza, de que los verdaderos poetas no ahogan sus penas, se nutren de ellas. Le nombraré la obsesión que teníamos de compartir nuestra vida a través de fotos con personas que jamás veríamos, y las acompañábamos con pies que daban a entender lo felices que éramos, como dejando caer que nosotros también sabíamos fingir tan bien como ellos, y cuando esté cansado y me diga que qué quería ser yo de mayor, le contestaré que una vez le dije a mi madre: "mamá, de mayor quiero ser siempre tu hija". Y después de lo superfluo le inculcaré la verdad, aunque duela; el dolor aunque le haga llorar.

La mejor manera de levantarte de un golpe es tener ganas de recibir otro. Y otro, y otro, y otro, y entender que la vida es un dar y recibir por todos lados. Dar la mano, dar un beso, un abrazo, dar un vuelco a un corazón, dar el tiempo, dar amor sin promesas, darte a ti y seguir sintiéndote plena. Le diré que no hay mayor libertad que la de amar en silencio. Le hablaré de la vida en sus cinco sentidos, de lo importante que es estudiar por gusto y no por obligación, de que los tontos siempre tienen suerte y de que muchas veces nos gustaría ser un poco más tontos. Le hablaré del miedo, de la pérdida, de la ausencia, de la familia y de los amigos, de que cuando era pequeña jamás imaginé un futuro con hijos hasta que llegó ella. Le diré que cuando se sienta perdido, busque la sonrisa de su madre. Es un salvavidas.


A vuestros hijos no sé qué les vais a contar, pero yo le diré que fuimos modas. Pasajeras. De primera clase. Que cuando terminamos, no nos hizo falta el avión para seguir volando.

martes, 1 de abril de 2014

Recordar es olvidar por voluntad

Recordar es olvidar por voluntad.

Tengo miedo de olvidarte. 
Creo que no sabría qué hacer 
sin alguien a quien recordar siempre, 
por eso te llevo conmigo 
aunque no sientas que te mueves. 

Ya has viajado a París 
y pronto nos iremos a Londres, 
has dormido sin mí 
y he vuelto a besarte en tu coche.

Tus ojos, que son míos,
han leído poesía, 
tus manos, que son mías, 
te han visto florecer entre tréboles, 
tu boca, de nadie, 
ha maldecido que alguno de estos golpes 
no sea de suerte.

¿Recuerdas aquella vez que estuviste mirando una pared durante horas? 

Detrás estaba yo. 
Pálida, lánguida, 
esperando aquel golpe, 
pero estaba observándote 
y seguías igual de preciosa que anoche. 
No le pidas a una kamikaze 
que 
te 
esquive, 
se alimenta de catástrofes.

Qué mal se me da echar de menos por echar de más. 
A veces 
creo que quiero encontrarme contigo 
sólo para olvidarme de ti, 
pero qué haría yo sin recordarte, 
qué haría tu recuerdo sin mí.

No. No hace falta que sigas 
diciendo nada. 
De verdad. 
Ya no distingo la mentira de la realidad. 
He de decirte que en silencio 
no es como mejor me callas, 
pero me vas a perdonar, porque 
voy a escribirte siempre. 

Voy a reinventarte, voy a abrirte y a meterme dentro de tu caja torácica para que cada vez que quieran hacerte sonar, me toques. 

Voy a pintar las paredes de tu estómago 
con tiburones blancos merodeando 
por mi tristeza 
y voy a sentarme en tu corazón 
mientras juego con la sal 
a no salir nunca de tus pulmones
para que cada vez que inspires
se te llene el pecho con mi nombre. 

Voy a contemplar cómo cicatrizan las heridas, 
voy a quedarme dentro porque fuera 
no he encontrado otra manera de llegar
a-marte.

Voy a evitar ahogarme en cada 
subida 
de maneras 
porque acabo de recordar que 
siempre me esperabas 
abajo. 

Voy a perderme 
porque en el fondo 
quiero encontrarte. 

Quiero volver a saber de ti
para ver qué ha sido de la niña
que jugaba al escondite con las margaritas
y ojalá te sientas perdida, 
te busques 
y me encuentres.

Ojalá encontrarme
antes 
de que vuelvas 
y me pierda.

jueves, 6 de marzo de 2014

Recuerdos

Hoy me he reconciliado con la vida.

Acabo de recorrerme la ciudad que nos ha visto fracasar como amantes, y está todo como lo olvidamos.

Me recuerda todo tanto a ti...

Las niñas de hoy llevan tu cara, intentan esconderse de mí, pero su mirada las delata. Está todo tan en su sitio que asusta, las calles de nombres que guardan el tuyo, los parques que visten de flores con el color de tus ojos, las clases donde crecimos, reímos, vimos llover y rompimos a llorar... La ciudad donde nos rompimos.

Estoy mirando a tu avenida por si vienes. Siento como el sol me da vida y el cielo me incita a nadar en su azul. Estoy sintiendo mi respiración por primera vez desde que no estás.
He olvidado, a conciencia, el móvil en el sofá, ya no espero tu llamada.

Sigo caminando sin rumbo fijo, percatándome de lo mayor que está el resto del mundo, de lo mayores que estamos, de cuánto hemos cambiado. Observo el lugar donde, perdida, reafirmabas que tu vida no es lo que esperabas, recuerdo que hablaba la niña que llevas dentro, o al menos, llevabas.
Te quería, te hubiese querido aunque estuvieses perdida, te sigo queriendo ahora que por fin te has encontrado, pero no de esa manera. De esa manera tan veraz y voraz, tan constantemente en contacto al tacto, te quería despeinada ¿te acuerdas? Te quería dormida, recién levantada, por las mañanas. Te quería con miedo a que terminaras. Te quería cuando bajabas del coche y sonreías, y todos los semáforos en verde cambiaban. Te quería antes de conocerte.

Te quería, te quise, te querría si no te hubiese querido, te sigo queriendo. Te quiero lejos.
De cerca las distancias se acomodan y ahí sí que podría dejar de quererte. Y no quiero eso. Te quiero llevar allá donde vaya sin miedo a que te acabes, ahora que no eres mía.

Continúo, esta vez con rumbo, ya he recordado cómo era pasear sin ti, he comprobado que existe la vida después de tenerte. Pero, de repente un azul se confunde con el mar y te veo cruzar la calle con tu coche. 

Dejé el móvil porque no te esperaba, si me recuerdas alguna vez, recuérdame que me quede en casa.

martes, 4 de febrero de 2014

Días

Tengo una apatía instalada en el pecho, un precipicio repleto de mariposas suicidas, en términos naturales, en términos de tu sonrisa, un vacío. El día me planifica las horas, lleno mi tiempo de responsabilidades, de proyectos, de trabajos, de rutina, pero en ningún renglón está escrito el escucharme. No me oigo desde hace cientos de verbos, y me siento a hablarme. Pero no me llego. Estoy demasiado lejos de todo aquello en lo que creo.

Vivir por inercia no es vivir, es vivir por el simple hecho de estar vivos. No quiero esa vida. A veces recuerdo a Pizarnik, otras me acuerdo de ti.

Pienso en leer, cojo libros y no hay ni un solo título que se lleve a mis ojos de paseo por cualquier historia, cualquier escenario de amor o desamor, una frase que hable de Madrid o de París, que exprese el tiempo que hace o de hace cuánto tiempo que no me contemplo en un espejo. (A veces creo que dejarse llevar es tan simple como permitir que te cojan de la mano, asumiendo la pérdida, el descuelgue del corazón, hablando en yemas, cuando decide acariciar otra boca que no es la tuya.)

Perdona, siento si me pierdo, pero es que no me encuentro.

Toco páginas, ojeo capítulos y lo vuelvo a colocar en el sitio donde mejor puede estar, sin mí. Tengo tiempo para mi yo de mañana, pero ahora no puedo hablarme, es más importante aquello que no existe: el futuro. Mis manos rellenan papeles de fórmulas, de conceptos que algún día tendré que recordar para llamar la atención de alguien que reclama unas capacidades que hoy alimento a base de lo de siempre, tiempo, y constancia, pero nadie va a venir hoy a hablarme sobre las calles, o el frío, o algo tan insignificante como la vida.

Nadie tiene tiempo para preguntarse hoy porque mañana tiene algo muy importante que hacer.

-¿Qué estás pensando?- me dice alguien que no tiene voz.
-¿Y tú? Yo estoy pensando en vivir. Me. Pero no tengo tiempo, lo siento.

-Entonces... Lo siento yo.

domingo, 26 de enero de 2014

Infinito

Cada vez que entro a unos grandes almacenes me quedo mirando el sofá en el que pasaremos los domingos, contemplo la cocina donde haremos el amor, toco la manta que verá todas las películas de los sábados por la tarde, enchufo la cadena de música que pondrá la banda sonora de nuestros días, me tumbo en la cama que protegerá nuestros sueños, enciendo las luces que serán apagadas por nuestras ganas de hacernos, busco la mesilla en la que descansará tu libro preferido, miro el blanco del techo para el día que me toque echarte de menos y subo dos plantas, dirección hogar. Camino sobre un suelo que parece de terciopelo, como tu piel, y pienso en nuestra habitación, en el armario que te vestirá cada mañana de mi vida, en tu ropa en ese suelo, en la bañera de espuma que te limpiará de miedos mientras el espejo donde te reflejas en futuro me observa. 


Cada vez que voy a comprar el pan, me dejo caer en esos mismos almacenes que un día me enseñaron que el infinito empieza en tu mano y acaba en la mía.

jueves, 23 de enero de 2014

Detalles

Me he recorrido tus fotos otra vez y he conseguido percatarme de detalles que antes obviaba: tu boca. No me preguntes por qué pero cada vez que la miro siento una cosa distinta.
Es difícil pasar por alto tu boca, pero es que sólo sé besarte desde arriba. También me he fijado un poco más en tus ojos, son más claros los días de lluvia, el agua se fusiona con tu verde y, a veces, me ahogo por querer verte, ya sabes, fenómenos naturales. 
He contado en tus manos cada una de las líneas de vida que tienes grabadas y me he reafirmado: sólo hay una recta. Y lleva a tu casa. Me he perdido por querer encontrarte, 
por ansiar entrelazarme y rezarle a tu pelo. 

Estoy de camino y me he quedado parada en un cruce, el de tus piernas.

martes, 14 de enero de 2014

Feliz cumpleaños, vida

En estos instantes es como si la estuviera viendo, 
hace un rato que ha llegado de trabajar 
y cansada 
hace la comida para la familia, 
mientras pide ayuda al poner una mesa que se enfría. 

Se tumba rendida mi vida 
en el hueco de un sofá 
que ya lleva su nombre. 
Pone la tele y se olvida al sueño, 
a ver si en su pensamiento 
los días pueden pesar un poquito menos. 

Parece que la estoy viendo 
cómo me pide un café con dos de sacarina, 
parece que estoy oliendo su aroma a cielo. 
Parece que fue ayer cuando yo aún no vivía 
por mí misma 
y era ella quien me sentía, -y lo sigue haciendo- 
quien me daba el oxígeno que hoy, 
a veces, 
me falta.

Parece que fue ayer 
cuando ella aún jugaba con sus hermanas 
y no pensaba en el futuro, 
ni en las situaciones desesperadas.

Quizá, la vida no es como esperamos, 
los sueños que teníamos de pequeños, 
se han transformado en responsabilidades de niños grandes, 
los días grises son días tristes, 
pero tus dientes siempre tendrán el color de las nubes 
y para volar sólo hace falta verte reír.

Sabes cómo soy y lo sé porque sin mirarme 
ya me ves. 
Conoces dónde y cuándo tienes que preguntarme 
sobre los qué que me abordan la cabeza. 
Los años son síntoma de vida, 
y la piel también. 

Eres lo que nunca me atrevo a decirte, 
pero grito cada vez que quiero llorar y no estás, 
aunque aquí sigues. 

Eres el amor de mi vida, al que creo que todo el mundo debe referirse cuando se habla de una madre.


Feliz cumpleaños, mamá. 

lunes, 13 de enero de 2014

Puta

He sido para muchos una cobarde.
Para otros tantos
una valiente.
Para unos cuantos
una roca.
Para unos pocos
una loca.

Para ti, he sido una puta.
Un mírame y hártame de tocarme,
un ven
y un “te quiero”
pero fuera de mi vida.

He sido insaciable,
insociable,
inconsciente,
inminente,
importante,
y un paso de peatones 
en el que no dejas de pisarme.

He sido una persona
y ahora soy sólo gente.
Hablar contigo es esperar en la cola del rencor,
te has envenenando de dolor, corazón.

Siento sentir tanto amor y que no sea hacia tu tristeza
pero a veces
la vida ha sido una puta,
y no tuve más remedio
que aprender de ella.