viernes, 19 de octubre de 2012

Cosasnuestras


Hay días en los que la distancia, sin hablar de kilómetros, se hace conmigo. Se hace mientras me deshace. Días que mis palabras no llegan a cuidarte, se pierden por el camino o se quedan en el peaje. A pesar de que el trayecto es corto, es imposible.
Porque parece que nuestras vidas, de momento, se componen de esperas, de faltas, de “te echo de menos”, y es que parece que a veces la ausencia se calla, pero regresa gritando.
Hay días en los que todo es complicado, nada es atractivamente probable, mis horas se vuelven precipicios si no estás aquí para mirarme.
Llegan los días en los que pienso que esto cada vez es más difícil de soportar, que me acabo rompiendo por dentro y lo intento disimular. Y es que me matas. Me mata despertarme y únicamente poder leerte, me mata escribirte para no verte, me matan los días de lunes a viernes, me matan los fines de semana si no apareces.
No soy de rendirme, tampoco de callarme, quiero que sepas lo que me pasa por dentro cuando te escucho de lejos. Quiero que entiendas, desde allí, desde aquí, desde donde estés, que odio disculparme por no estar contigo. Por no saber estar a la altura de las no-circunstancias.

Existen noches que tienes que llorar para vaciar este hueco de agua que ahoga, para quedarme con las ganas, otra vez, de verte de nuevo.
Eres lo más complicado que me ha pasado por el corazón, eres mi quiero y no puedo, mi mes de enero.
Diciembre e invierno.
Mi frío incompleto.

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