sábado, 23 de febrero de 2013

A ti, se llega por la almohada

Vienes a la cama 
como se acercan los gatos a los salientes,
buscando un sitio donde encontrar alivio.

Te duermes, 
y me acuesto a tu lado.
Observando cada detalle de cómo se pliegan tus ojos 
y dejan a oscuras todas las calles del barrio.

Qué forma puede adoptar una boca 
cuando le quedan por delante ocho horas de sueños.

Te vas, 
y dejas al mundo como me dejaste a mí en la última despedida...

-Con ganas de verte amanecer-


Te hundes en la dimensión del olvido, 
desconectando todo cuanto pueda hacerte temblar. 
Dejando abiertas las salidas de emergencia 
por si los monstruos hacen de las suyas 
y me toca a mí irte a salvar.

Me dejas rendijas despejadas para que entre y salga cuando me plazca.
Pero casi siempre me quedo fuera, 
pues no imaginas el brillo que crea tu pelo 
cuando sabe que tus manos están tan dormidas 
que se les hace imposible rozar su sueño.

No te has visto cambiar de posición 
ni sabes cómo te envidian las ventanas cada mañana, 
por ser tú quien pone el primer sol y no la vida.

No te percatas de cuando observas al mundo desde el séptimo cielo, 
el daño que puede causar verte llorar desde esa altura.

Verte dormir
siempre ha sido mejor que verte volver.
Pues en sueños hasta tus pasos descansan, 
y mientras, yo puedo jugar a ser escuadra 
y medirte cada centímetro de duda que se acuesta sobre mi espalda.

Amor, 
si sigues soñando de esa manera, 
voy a tener que pedir un préstamo al colchón, 
porque no tengo suficiente para no perderme ni un sólo detalle de la guerra.

Y a ti,
que siempre se te ha dado mejor arrancar meses al calendario 
que poner fechas a los encuentros,
a ti,
se llega por la almohada. 



(Verte susurrando en mitad de la noche
como queriendo decir algo,
y lo único que puedo leer de tus labios
son los besos que aún no (me) has dado).







1 comentario: