Siempre intento no creerme a la luna.
No, me niego a pensar que su vida se
resume en salir a iluminar las noches de los que estamos aquí abajo
a falta de luz. Que únicamente tenga noches para ti.
Todas las veces que la he maldecido por
sentir su mitad en mi espalda y todas las veces que la he recibido
cuando no me quedaban ganas. Pero ahí estaba yo, dispuesta a mirarla
y ahí estaba ella, a falta de nada.
Alguna vez me creí luna e intenté
iluminar, pero vino quien tuvo el valor de entrar en mi vida y
fundió cada plomo de mi ser. ¿Quién va a tener el valor ahora de
encenderme? No acabo de acostumbrarme a esta forma de querer, a este
desdén. A este suplicar de: “por favor, quiéreme”.
Después de todos mis logros, después
de olvidar, de bajar la intensidad del corazón, de borrar lo
subrayado, me pregunto si seré capaz de seguir este camino con mis
dedos entre tus manos.
Ahora queda lejos la complicidad del
encuentro, pero seguro rasgarás con tu boca mi deseo.
Aquí te espero.
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